¿Tiene la Reforma un mensaje para hoy?

¿Tiene la Reforma un mensaje para hoy?

Martín Lutero no era ni el primero, ni el único, en la larga fila de creyentes preocupados por el camino que está tomando la Iglesia de Cristo en su tiempo, ni tampoco fue el último. Lo que distingue a este alemán, descendiente de una familia en ascenso a la burguesía, es la interpretación renovada del mensaje bíblico, producto de su trabajo como profesor de Teología. Soltarse de las ligaduras de la tradición y confrontar la doctrina y práctica eclesial que vivió con la terquedad de sus antepasados campesinos, es su mérito. El ingrediente básico de la Reforma protestante es, sin duda, su sustentación por la cátedra teológica.

Sin embargo, el movimiento puesto en marcha por Lutero hubiera podido terminar donde muchos otros terminaron: en las hogueras de la inquisición, si no hubiera sido gracias a un segundo factor: el momento histórico propicio, una época en la que las exploraciones y descubrimientos  científicos demostraron que lo que siempre se había creído sobre el mundo, era obsoleto y desaprobado. Las mentes quedaron preparadas para poner en duda incluso lo que hasta entonces figuraba como verdad espiritual.

La Reforma es, a pesar de que mucho de la cosmovisión de los reformadores tenía su ancla en una percepción medieval del mundo, un producto de la era moderna, un toque de trompeta que presagia y anuncia cambios vertiginosos. Al propagar la lectura de la Biblia, usando el instrumento de la imprenta, abrió las Escrituras al examen crítico, pero también dio a las masas acceso a la educación, la clave del progreso social. Cabe plantearnos la pregunta sobre el papel de la Iglesia en una época denominada pos-moderna

Una distancia de 500 años es una medida adecuada para evaluar si existe un mensaje que haya perdurado por el tiempo, por lo que nos parece bien hacer tres recomendaciones:

  1. NO espiritualizar la Reforma: su nacimiento está inseparablemente vinculado al desarrollo histórico del mundo y su éxito se debe en igual medida a las vicisitudes políticas y sociales de su época.
  2. NO idealizar la Reforma: sus actores tenían virtudes, deficiencias y fallas humanas; entre sus consecuencias también se encuentran algunas de impacto negativo y desastroso para el destino de la humanidad.
  3. NO limitar la Reforma: su repercusión excedió por lejos al ámbito religioso, cambiando la cosmovisión de un continente y su expansion; y también transcedió a su sociedad contemporánea hasta hoy.

¿Creemos que ya todo lo sabemos o seguimos buscando la verdad fundamentada por la interpretación teológica? ¿Preferimos aceptar conceptos que no desafíen nuestra cosmovisión o rechazamos los pretextos cómodos de no reformarnos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad heredada como ministros competentes del Nuevo Pacto, administradores fieles de la Comisión de Cristo y de los reformadores que arriesgaron todo?

¡Qué los 500 años de la Reforma protestante sean ocasión de meditar sobre ello!

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