La Iglesia enviada por Dios

La Iglesia enviada por Dios

Missio Dei

Se trata de un término en latín usado en la teología cristiana, especialmente en la Teología Propia y la Misiología, que se puede traducir como la misión de Dios o el envío de Dios. Abarca toda la acción evangelizadora de la Iglesia, dirigida a la sociedad y cultura local como también en el ámbito intercultural global, pero desde el punto de vista de la teología propia trinitaria.

El impacto directo de Missio Dei

Lejos de permanecer una mera expresión teológica, recluida en la torre de marfil de los eruditos, se debe ante todo a la interpretación propagada por el ministro y teólogo inglés John Stott, anglicano. Como Padre intelectual de Lausana 1974 (vea también en Billy Graham), su visión de la Iglesia como agente de cambio llamado y enviado por Dios, y su concepto de la Biblia donde la misión de Dios recorre el texto desde Génesis hasta Apocalipsis como eje central, raras veces usó el término en sí, pero fundamentó su teología sobre él. Los capítulos sobre el Dios misionero y la Misión holística de la Iglesia en su obra El cristiano contemporáneo, no serían posibles sino sobre la base de una bien entendida Missio Dei, en la cual la glorificación del Señor es Alfa y O mega del discurso.

Posteriormente, otro nombre conocido y autor prolífico, el pastor bautista y predicador reformado John Piper, también usó un lenguaje similar en sus conferencias, exhortando a la misión mundial con la Iglesia como herramienta en mano de Dios para obtener la adoración global, y, por ende, la restauración del gobierno de facto sobre la creación. El libro ¡Alégrense las naciones! sobre la supremacía de Dios en las misiones, deja esto bien claro.

Missio Dei, un resultado de la era poscolonial, en las últimas décadas se ha convertido en un concepto clave de la misiología contemporánea y es universalmente usado por los teólogos como David Bosch, Lesslie Newbigin, Darrell Guder, Alan Roxburgh,  Alan Hirsch, Tim Keller,  Ed Stetzer, y otros más, así como por las redes misionales como Gospel and Culture Network (Guder), Forge Mission Training Network Australia (Hirsch), Together in Mission UK, and the Allelon Foundation (Roxburgh).

El desarrollo de un concepto

La historia transmitida relata que, en 1934, Karl Hartenstein, un misiólogo alemán, acuñó la frase en respuesta a Karl Barth[1]. Este lenguaje, se argumenta, fue recogido en la conferencia de Willingen en 1952, por  el Concilio Misionero  Internacional (IMC) y desarrollado teológicamente por el teólogo luterano Georg Vicedom[2]. En un relato más reciente de John Flett[3] se sostiene que, mientras Hartenstein  efectivamente introdujo el término actual missio Dei,[4]  no ubicó esa misión en la doctrina de la Trinidad. Esta referencia a la Trinidad apareció el “American Report”, un documento de estudio preparado para la conferencia de Willingen en 1952, bajo la dirección de Paul Lehmann y H. Richard Niebuhr [5] Este documento sugirió un vínculo entre los movimientos revolucionarios en la historia y la “Misión de Dios”.  Muchos de los problemas posteriores que encontró missio Dei se derivan de estos orígenes, y en especial en la falla de fundamentar el concepto en un contexto robusto con la Trinidad.

Esas preocupaciones conocidas con missio Dei también significaron que el concepto pasó por un hiato hasta que le fue dado una descripción concisa por David Bosch. Según David J. Bosch, “misión no es en primer lugar una actividad de la Iglesia, sino un atributo de Dios. Dios es un dios misionero”.[6] Jürgen Moltmann dice, “no es la Iglesia la que tiene una misión de salvación a cumplir en el mundo, es la misión del Hijo y del Espíritu a través del Padre que incluye a la Iglesia”. [7] Conforme a una opinión:

Durante cerca la última mitad del siglo hubo un traslado sutil, pero sin embargo decisivo, hacia la comprensión de la misión como la misión de Dios. Durante los siglos anteriores, misión se entendió en una variedad de maneras. A veces fue interpretado primariamente en términos soteriológicos: como salvando a individuos de la condenación eterna. O fue entendido en términos culturales: como introducción de pueblos del Oriente y Sur en las bendiciones y privilegios del Occidente cristiano. Frecuentemente se percibió en categorías eclesiales: como la expansión de la Iglesia (o de una denominación específica). A veces se definió como salvación históricamente: como el proceso por el cual el mundo -de forma evolucionaria o por medio de un evento cataclísmico- sería transformado en el Reino de Dios. En todas esas instancias, y por diferentes caminos, frecuentemente contradictorios entre sí, la interrelación intrínseca entre cristología, soteriología, y la doctrina de la Trinidad, tan importante para la iglesia primitiva, fue gradualmente desplazado por una o varias versiones de la doctrina de la gracia… Misión, se entendía, se derivaba de la mismísima naturaleza de Dios. Fue así que fue puesto en el contexto de la doctrina de la Trinidad, no de eclesiología o soteriología. La doctrina clásica de la missio Dei como Dios Padre enviando al Hijo, y Dios Padre e Hijo enviando al Espíritu, se expandió para incluir todavía un ‘movimiento’ más: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo enviando a la Iglesia al mundo. En cuanto a lo que concierne el pensamiento misionero, este vinculación con la doctrina de la Trinidad constituía una innovación importante…

Nuestra misión no tiene vida en sí misma; sólo en manos del Dios que envía puede llamarse verdaderamente misión. No, a menos que la iniciativa misionera venga de Dios solo…

Misión se ve, por ende, como un movimiento de Dios hacia el mundo; la Iglesia es visto como un instrumento para esa misión. Hay Iglesia porque hay una misión, no al revés. Participar en la misión es participar en el movimiento del amor de Dios hacia la gente, ya que Dios es una fuente de enviar amor.[8]

Hablando en nombre de The Gospel and Our Culture Network [Red El Evangelio y Nuestra Cultura], Darrell Guder escribe,

“hemos llegado a ver que la misión no es meramente una actividad de la Iglesia. Más bien, misión es el resultado de la iniciativa de Dios, arraigada en los propósitos de Dios de restaurar y sanar la creación. ‘Misión’ significa ‘envío’, y es el tema bíblico central que describe el propósito de la acción de Dios en la historia humana… Hemos comenzado a aprender que el mensaje bíblico es más radical, más inclusivo, más transformador que le permitimos ser; en particular, hemos comenzado a ver que la Iglesia de Jesucristo no es la razón de ser o la meta final del Evangelio, sino más bien su instrumento y testigo… La misión de Dios está llamándonos y enviándonos al mundo, nosotros, la Iglesia de Jesucristo, para ser una iglesia misionera en nuestras propias sociedades, en las culturas en las que nos encontramos.[9]

Alan Hirsch cree que la palabra misional “va al corazón de la naturaleza misma y del propósito de la Iglesia en sí”. Continúa:

Así que una efectiva definición de la iglesia misional es la comunidad del pueblo de Dios que se define a sí mismo, y organiza su vida alrededor su propósito real de ser un agente de la misión de Dios al mundo. En otras palabras, el principio organizador verdadero y auténtico de la Iglesia es la misión. Cuando la Iglesia está en su misión, entonces es la Iglesia verdadera. La Iglesia misma no es solo un producto de esa misión, sino es obligada y destinada a extenderla por todos los medios posibles. La misión de Dios fluye directamente a través de cada creyente y cada comunidad de fe que sigue a Jesús. Obstruir esto, es igual a bloquear a los propósitos de Dios en y a través del pueblo de Dios.”[i10]

Peters declara que la Biblia reclama que “el resultado final de tal missio Dei es la glorificación del Padre, Hijo y Espíritu Santo”. [11]

 

Fuente bibliográfica:

https://en.wikipedia.org/w/index.php?title=Missio_Dei&oldid=821460016

[1] Engelsviken, Tormod. “Missio Dei: The Understanding and Misunderstanding of a Thlogical Concept in European Churches and Missiology”, International Review of Mission 92, no. 4 (2003): 481-97.
[2] Vicedom, Georg F. Missio Dei: Einführung in eine Theologie der Mission. München: Chr. Kaiser Verlag, 1958;
[3] Flett, John G. The Witness of God: the Trinity, Missio Dei, Karl Barth and the Nature of Christian Communit.y Grand Rapids, MI: Eerdmans, 2010.
[4] Hartenstein, Karl. “Wozu nötigt die Finanzlage der Mission.” Evangelisches Missions-Magazin 79 (1934): 217-29.
[5] Para una versión anterior, vea Niebuhr, H. Richard. “The Doctrine of the Trinity and the Unity of the Church.” Theology Today 3, no. 3 (1946): 371-84. Para el texto que informó al American report, vea Niebuhr, H. Richard. “An Attempt at a Theological Analysis of Missionary Motivation.” Occasional Bulletin of Missionary Research 14, no. 1 (1963): 1-6.
[6] Bosch, David J., Transforming Mission, Maryknoll: Orbis Books, 1991, 389–390.
[7] Moltmann, Jürgen. The Church in the Power of the Spirit: A Contribution to Messianic Ecclesiology, London: SCM Press, 1977, 64
[8] Bosch, David J. Transforming Mission, Maryknoll: Orbis Books, 1991, 389–390.
[9] Guder, Darrell L. (editor), Missional Church: A Vision for the Sending of the Church in North America, Grand Rapids, MI: Eerdmans Publishing, 1998, 4-5.
[10] Alan Hirsch, The Forgotten Ways, Grand Rapids, MI: Brazos Press, 2006, 82
[11] George W. Peters, A Biblical Theology of Missions, Chicago: Moody Press, 1972, 9.
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