Las misiones en el Tercer Milenio (2)
Crónica de un fracaso anunciado
¿Por qué es tan difícil lograr que el creyente normal se involucre en las misiones de la Iglesia de forma significativa? ¿Por qué hay tan pocos creyentes que demuestren un interés por la obra misionera que sobrepasa la curiosidad normal? ¿Cómo aprenderemos a alzar los ojos y dirigir la mirada hacia los campos blancos donde desde siglos se están perdiendo las cosechas?
Las tendencias del desarrollo humano -crecimiento de la población, problemas energéticos/ambientales/alimenticias y la consecuente migración, son desfavorables a la extensión del Evangelio. Los historiadores de siglos futuros registrarán este fenómeno como Crónica de un fracaso anunciado al hablar de la generación de creyentes que vivía 2000 años después del Pentecostés y que presenció con brazos cruzados el retroceso del Evangelio entre los pueblos del mundo.
Dios puede hacer grandes cosas… si hacemos grandes cosas para Él
Hay dos mapas conceptuales que pueden ayudarnos a forzar un cambio de rumbo:
- La plataforma misionera. Impulsado por pastores y maestros misioneros, la congregación -representada por una mayoría importante de sus miembros- asume su responsabilidad de hacer misiones, convirtiéndose cada uno en misionero que envía por medio de su constancia en oración y aportes financieros. Sobre esta plataforma congregacional se empoderan los misioneros que son enviados, incluyendo a los misioneros nativos que con frecuencia son la mejor opción para el progreso de la obra.
- El cristiano mundial. Independiente de la clase de involucramiento -enviar o ir-, el creyente individual está llamado a comprender su razón de ser: extender la gloria de Dios sobre la humanidad, hacer que Su Reino se manifieste en la tierra y que todo hombre o mujer en el mundo lo adore (Mt 6:9). Al que esté tan fascinado con esta perspectiva que se dispone a sacrificarse a ella – tiempo, esfuerzo, bienes, vida- se puede describir como cristiano mundial.
Tal vez ningún aspecto de la historia eclesiástica muestra la abundante generosidad con la que Dios contesta a la acción de fe de su pueblo, como lo que podemos observar en las misiones mundiales. Si el terreno perdido es enorme, si el alcance de la tarea parece humanamente imposible, ¡la gracia del Señor es siempre superior! La lección histórica a la Iglesia es que Dios no se mueve donde nosotros no nos movemos, pero si lo hacemos, Él nos arrastra por la magnitud de Su respuesta!
Alza tus ojos y mira, la cosecha está lista
Todos los ministerios tienen que laborar a favor del desarrollo de esta conciencia en el creyente. En el estado actual de adormecimiento y pérdida de enfoque de la iglesia occidental, será necesario
- provocar un cambio de mentalidad,
- la creación de patrones nuevos -o más bien radicales, es decir, desde el tiempo de las raíces- de interpretación bíblica y del tema homilético;
- y la reeducación en cuanto a los objetivos del creyente y la identidad del discípulo.
Comencemos a familiarizarnos con la idea que el mundo nos espera con ansiedad, aún cuando todavía no lo sabe, pero ante todo que el Padre con brazos abiertos seguirá esperando al regreso de todos sus hijos a casa. Si esta espera dura otro milenio más, en nuestras manos está.