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A 50 años de Martin Luther King Jr.

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El día de cobrar la ganancia

El día de cobrar la ganancia

Hoy, 21 de febrero 2018, en las horas de la mañana, murió Billy Graham.

Si vivo, quiero hacerlo para servir a Cristo, pero si muero, salgo ganando.  Fil 1:21 (TLA)

¿De dónde viene este agudo sentido de pérdida que no fallan de experimentar los que hayan observado ciertas facetas de este hombre, William Franklin Graham, nacido el 7 de noviembre 1918 en un rancho de Charlotte, Carolina del Norte?

No perfecto, pero el mejor

Mucho se dirá en su biografía: algunos idealizando sus  logros como predicador más escuchado de la historia, o admirando (envidiando?) su roce con las más altas esferas de la política en escala global; todavía otros -creyentes- criticando la simplicidad de su mensaje; y no pocos que también se llaman cristianos, censurando su negación de proferir  pronunciamientos de condenación en contra o su falta de declarar su apoyo a favor de esta o aquella causa, sea política, social o moral.

No racista en medio del racismo

En los casos en los que lo hizo, para algunos no era suficientemente enfático – a pesar de invitar a Martin Luther King a predicar a su lado en New York, y a veces pagar la fianza del frecuentemente encarelado líder del Movimiento para los Derechos Civiles, Graham no participó en las marchas organizadas, donde hubiera podido hacer mucho bien.

Sin embargo, como todos nosotros merece ser evaluado primeramente dentro de los parámetros de su propio tiempo. Para alguien de afiliación con los Bautista del Sur su posición en contra de la segregación racial era audaz, así como era su protesta en contra del regimen de apartheid en Sudáfrica. un lugar donde se negó a predicar mientras existieran estas condiciones.

No politico en medio de la política

A pesar del muy hablado papel como capellán presidencial y su amistad personal con algunos de los presidentes americanos, la actuación de Billy Graham nunca era partidista. Sentía el llamado pastoral de orar y aconsejar a los que desde la Casa Blanca se ocuparon del bienestar de la nación (y en cierta medida del destino del mundo),  en lo que desde su entendimiento eran los asuntos que más preocupaban a Dios. Pero levantó una fuerte voz de advertencia en contra de la surgiente «mayoría moral», el intento evangélico de imponer una agenda política de la conservadora derecha y ultra-derecha.

Como se puede observar a lo largo de la historia, la influencia real que ejercen los consejeros espirituales no deja mucho efecto positivo medible: Nixon hizo lo que hizo, a pesar de Billy Graham, y lo mismo se puede decir de Reagan,  Clinton y los dos Bush. Pero el predicador evangélico también trabó amistad con el católico Kennedy y era familiar con senadores y representantes de los dos partidos (se supone que votó por los Demócratas).

No codicioso en medio de un ministerio de codiciosos

El auge de los teleevangelistas llevó a la luz pública también los abusos en los que muchos de ellos incurrieron. Lo que inmortalizó Sinclair Lewis en 1926 en su novela «Elmer Gantry», la figura del predicador ambulante que detrás de la máscara del santo se aprovecha de la credulidad de las personas, ahora hizo que para muchos la palabra «teleevangelista» tenía cierto tinte sospechoso. En medio de escándalos estruendos que involucraron los temas perpetuos de sexo y dinero (Jimmy Swaggart y Jim Bakker fueron finalmente expulsados de las Asambleas de Dios), la Asociación Evangelística Billy Graham y las múltiples agrupaciones anexadas quedaron sin reproche. Su estilo de vida personal siguió siendo él de un hombre crecido en Carolina del Norte y su vida familia, problemática a causa de sus largas ausencias, no sufrió por ningunas de las indiscreciones que eran (son) tan comunes en este medio.

La transcendencia de su obra

Billy Graham saluda a 2400 líderes cristianos de 150 países en Lausana 1974

A la pregunta cuál entre todos sus notables logros consideraba su mayor legado, Billy Graham contestó: «El Movimiento Lausana».

Ciertamente, los estadios llenos en los cinco continentes y las transmisiones radiales que semanalmente llegaban a millones, muy pronto pertenecerán a los lugares remotos de la memoria. Lausana, sin embargo, permanecerá  como punto de partida de una nueva etapa en la historia de la Iglesia, una etapa que apenas comienza a escribirse. Y con el movimiento puesto en marcha por lo que él mismo llamó «una gran necesidad espiritual», el nombre de Billy Graham, su fundador.

En el tributo que le rinde el Movimiento Lausana lamentando su fallecimiento se destaca la siguiente evaluación:

En el ministerio evangelístico de Billy Graham la unción fue acompañada por agilidad mental y visión a largo plazo .

La transmisión de su fe

Billy Graham tenía la extraordinaria habilidad de poder transmitir su creencias personales a audiencias escépticas y adherentes de otras religiones, sin causar esta impresión de fastidio que de antemano desconecta al público que no comparte la fe del predicador y lo imuniza contra el mensaje.

En 1964, Cardenal Richard J. Cushing, entonces el arzobispo católico de Boston, declaró que ningún católico que escucha predicar al Señor Graham puede «hacer otra cosa sino volverse un mejor católico».

1990-Encuentro entre el Papa Juan Pablo II. y Billy Graham en el Vaticano

Por supuesto, para sectores fundamentalistas tal reconocimiento de la influencia que ejercía su predicación era  motivo de acusar a Graham de ser «ecumenista» -un insulto en aquellos círculos-, reafirmado en 1990 cuando el evangelista visitó al Papa Juan Pablo II en el Vaticano y declaró su acuerdo con el papa en que las confesiones cristianas debían evitar entrar en conflicto en la recién reunificada Alemania.

En ocasiones como las famosas entrevistas con Larry King, en la televisión americana, el muy versado e intelectual periodista escucha con asombro y mira con admiración al rostro iluminado de Billy Graham que con candidez ingenua le explica por qué para él pensar en la muerte no alberga ninguna amenaza: al contrario, todos los días se prepara para llegar a la presencia de su Señor y verle cara a cara.

Larry King publicó estas entrevistas bajo el título «Un tributo a Billy Graham»

El ateo King no se convence en que tal esperanza tenga un fundamento real y verdadero; sin embargo, como persona imparcial rinde homenaje a la sinceridad con la que el hombre enfrente transmite su convicción y termina diciendo: «Le envidio por su fe».

Hoy ha llegado el día en el que el predicador y evangelista Rvdo. Dr. Billy Graham pudo cobrar la ganancia de su vida.

 

 

 

 

La libertad cristiana según Bonhoeffer

La libertad cristiana según Bonhoeffer

Estaciones en el camino a la libertad

Dietrich Bonhoeffer (1906-45),
teólogo y pastor luterano


La traducción del poema Estaciones en el camino a la libertad comparte las deficiencias de todas las traducciones poéticas: se parece al lado reverso de un tapiz. Todavía se puede reconocer el patrón de dibujo, pero los colores son pálidos. Aun así, lo que Dietrich Bonhoeffer escribió prisionero en su última estación antes de la muerte, conmueve y transmite su seriedad espiritual; una seriedad típicamente protestante, muy alemana, muy de su clase social -la burguesía intelectual-. Pero la presencia de estas características no lo encierra, Bonhoeffer las transciende y en esto, se nos hace comprensible, como ser humano cristiano global.

Control

Cuando salgas en búsqueda de la libertad, aprenda ante todo ejercer control sobre los sentidos y sobre tu alma, que los deseos y tus miembros no te lleven a veces por allí, a veces por allá. Castizos sean tu espíritu y tu cuerpo, enteramente bajo to propio gobierno y obedientes para alcanzar la meta que les fue dado. Nadie pueda descubrir el secreto de la libertad, a menos por el control.

Acción

No hacer alguna cosa, sino hacer y osar lo que es correcto; no flotar dentro de lo posible, sino agarrar a la realidad con valentía; no en la nube del pensamiento, sólo en la acción está la libertad. Sal del miedoso vacilar en medio del torbellino de los acontecimientos, sólo apoyado por el mandamiento de Dios y tu fe, y la libertad recibirá a tu espíritu con júbilo.

Sufrimiento

Maravillosa transformación. Las manos fuertes y activas te las han amarrado. Inerme, a solas contemplas al fin de tu acción. No obstante, respiras y con ánimo tranquilo y consolado entregas tu justicia en manos más fuertes y te conformas. Sólo por un instante estás dichoso de tocar la libertad, luego la entregas a Dios para que la conduzca a su gloriosa terminación.

Muerte

Venga, ahora, celebración sublime en el camino hacia la libertad eterna, muerte. Depón las pesadas cadenas y muros de nuestra vida pasajera y nuestra alma cegada, para que finalmente tengamos en la mira lo que aquí no nos es concedido ver.  Libertad, te buscamos por mucho tiempo en el control, la acción y en el sufrimiento. Muriendo te reconocemos ahora en el rostro de Dios.

Una visión de la libertad cristiana desde la prisión

Desde meses Dietrich Bonhoeffer se encuentra en la cárcel de Berlin-Tegel. Ya no quiere hacer ninguna concesión al régimen de terror de los nacionalsocialistas. Su defensa de la libertad ahora le puede costar la vida. Eso lo tiene claro. La familia y los amigos en el mundo exterior están preocupados por su bienestar. En sus cartas compone su legado a ellos. Las Estaciones de la Libertad envía a su compañero de camino, Eberhard Bethge. No es un poema pulido, más bien un bosquejo que se propone a revisar en el futuro, si alguno le quedaría. «Es que no soy poeta» agrega de forma lacónica. Pero esas líneas se meten debajo de la piel del lector, aun así.

¿Cómo desarrolla uno que vive en prisión y tiene que contar con su pronta muerte, una visión de la libertad cristiana?

Primera estación: la libertad en ejercer la autodisciplina

Ya la primera palabra suena como una contradicción a la libertad: control. Pero visto más de cerca, Bonhoeffer describe una experiencia general, vigente no sólo en situaciones extremas como la suya. El que se deja arrollar por sus sentimientos, el que cede a cualquier ánimo y hace de sus genios diarios la norma de la vida, ciertamente está sin frenos, pero no está libre, no es «dueño de la casa». Eso no necesita mucho psicoanálisis. El que alguna vez se vio impactado por la fuerza de las propias emociones luego de un arrebato de ira, percibe algo de la subyugación a la que le somete la falta de disciplina. Saber controlarse, trabajar hacia metas a largo plazo, saber dominar a los genios, antipatías y emociones que surgen de forma espontánea, otorga libertad interior.

Segunda estación: la libertad en optar por la acción correcta

De esta libertad interior nace la capacidad de actuar: de elegir no cualquier camino de acción que promete resultados, sino el que tiene como final de hacer lo que es «correcto».  Y ¿qué es lo correcto? La libertad de acción para Bonhoeffer no la tiene quien tambalea de una opinión hacia la otra, no la tiene el que parlotea lo que otros dicen o quieren escuchar, no la tiene el que espera a lo que otros van a hacer. Refugiarse en sueños, divertirse y buscar ocupaciones no esenciales, es bueno sólo cuando no nos sirve para alejarnos de la dura realidad. Para Bonhoeffer, los hombres cristianos son gente que no tienen ilusiones en cuanto a la realidad, pero los que, a pesar de ello, no se encogen de hombros ni dirigen la mirada hacia el otro lado. Sólo aquel que reúne el coraje de intervenir puede tener la experiencia de dejarse sostener por la fe.

De todos modos, la libertad de la que habla Bonhoeffer no aparece desde un inicio. Más bien es el resultado de una actitud. La actitud que precisa de toda la valentía para lanzarse a la incertidumbre. Entonces, la fe le presta sus alas. Así ya describió el filósofo/teólogo protestante Søren Kierkegaard a la fe. El que queda como espectador sentado en primera fila, nunca dará el «salto de la fe», nunca se enterará como «la libertad recibirá a tu espíritu con júbilo».

Tercera estación; la libertad en aceptar la propia impotencia

En la tercera estación termina toda la arrogancia de la fe. Pero Bonhoeffer encuentra una fuente de libertad también en el sufrimiento. Aquí, en la experiencia existencial de impotencia y desmayo, donde hasta la última chispa de las ganas de vivir se apaga, él ve que hay lugar para la libertad, la libertad que se encuentra en refugiarse en Dios. El que pueda ser débil e incapaz es consolado, es liberado de la obligación de la acción y lo recibe como una caricia suave. La libertad de la etapa de la acción decidida parece deficiente comparada con la libertad que se encuentra en confiarse a alguien con persona entera, en carne y hueso, porque ahora la propia capacidad ya no importa.

Según esta perspectiva, la libertad verdadera es para los débiles, los que, luego de pasar por las etapas de tomar control y elegir la acción decidida, se ven obligados a ya no hacer nada. ¡Qué atropello para una sociedad orientada hacia la obtención de resultados! Bonhoeffer desenmascara a lo que nos parece dinámico, lleno de energía y productivo como activismo, necesario para ocultar el profundo vacío. Pero, ¡alto! Bonhoeffer no critica ni al control ni a la acción. Su sufrimiento se debe, precisamente, al rumbo que eligió y en el que se puso en marcha. Sólo habla del hombre que, por haber sido fiel y haberse lanzado, ahora ya no tiene ningún camino abierto. Habla como Pablo porque «cuando soy débil, soy fuerte». Habla del ser humano al que queda sólo la huida hacia adelante, hacia Dios. Habla de sí mismo.

Cuarta estación: la libertad en ver más allá del fin

Así se explica, pues, la etapa final. La libertad que llega junto con la muerte. Sacado desde el contexto, su posición podría leerse como obsesión con la muerte. El que coquetea con la muerte de esta forma ya renunció a la libertad cristiana. Pero, de hecho, la muerte ya se le presenta a Bonhoeffer, ya la enfrenta cara a cara. Los que le amenazan quieren primero verlo aterrorizado para gozar su victoria sobre el que por fe se resiste a su poder. Los nazis se comportan como los dueños sobre vida y muerte. Al cantarle a la muerte como a amante deseada, Dietrich Bonhoeffer les quita esta victoria. Su fe triunfa sobre la humillación a la que los tiranos le quieren someter. Es su último acto de rebelión en contra del mal: «Muerte, ¿dónde está tu aguijón? ¿Sepulcro, dónde está tu victoria?»

Puede ser que la pluma tiembla en manos de Bonhoeffer cuando coloca su bosquejo sobre papel. Tal vez lee en voz alta aquellas líneas a la libertad, en la penumbre de su celda, dándose valor a sí mismo cuando el miedo le persigue. La libertad a la que se acerca Bonhoeffer es la libertad que leerá en el rostro de Dios. Pocas veces durante los últimos siglos se ha hablado sobre la esperanza cristiana en la resurrección de forma tan inmediata, tangible y corporal.  Nada se deja a metáforas, nada se deja a interpretaciones. Bonhoeffer expresa en palabras claras y transparentes su confianza en la promesa de Dios: donde otros sólo ven al fin, el cristiano finalmente ha llegado a la libertad.

La libertad cristiana según Bonhoeffer: su significado

Hace poco más de 70 años que murió Dietrich Bonhoeffer. Pero no es su muerte, y la forma admirable con la que se enfrentó a sus verdugos, sin retractarse ni quebrantarse; es su vida y la de tantos otros -hayan terminado igual que él o hayan podido continuar su existencia-, lo que nos ilustra «ser protestante» en nuestros días.

Para muchos dogmáticos reformados, para fundamentalistas y literalistas bíblicos, ni Bonhoeffer ni Barth, su líder y maestro en el movimiento de la Iglesia confesante, cuentan entre los de doctrina ortodoxa. Puede ser. La pregunta que debemos plantearnos, la de la «vida real», es otra. La pregunta es si los que dicen o decimos tener la ortodoxia, pasaríamos el examen. No es un examen de las obras; es el examen de la fe.

  • Nuestra fe, ¿nos equipa con suficiente control? Leyendo algunos aportes y comentarios en redes sociales, el autodominio no alcanza para impedir la manipulación, la ofensa, la agresión.
  • Nuestra fe, ¿nos conduce a dar el «salto de la fe» en todo momento? Ser pragmático no está malo, pero es  necesario revisar si el pragmatismo acaso nos dirige más en atender al interés propia que a lo que es la acción «correcta».
  • Nuestra fe, ¿nos permite reconocer cuando es tiempo de sufrir? Mucho ha tomado la iglesia del continente del modelo social americano, donde el éxito es señal de tener razón y el insulto mayor consiste en llamar a alguien «perdedor». La oración de la iglesia se ha convertido en declaraciones dirigidas a evitar el sufrimiento a todo costo.
  • Nuestra fe, ¿nos hace aceptar la muerte como ganancia? Si no es así, es porque tal vez nuestra vida ya no es Cristo.

Bonhoeffer nos recuerda que, tarde o temprano, el cristiano tiene que decir sí a estas preguntas y, por ende, asumir la libertad plena.

 

La libertad cristiana y la Reforma

La libertad cristiana y la Reforma

El hombre cristiano es un señor libre sobre todas las cosas y no sujeto a nadie. El hombre cristiano es un siervo dispuesto a servir  en todas las cosas y sumiso a todos.

Así suena la frase más famosa del tratado De libertate christiana o Von der Freiheit eines Christenmenschen – «De la Libertad del Hombre Cristiano». Bajo este título resumió Marín Lutero su clamor por la libertad del ser humano en fe, acción y actitud.  Sus contemporáneos escucharon en este llamado cosas diversas, como por ejemplo, en cuanto a la posición del individuo frente a las autoridades eclesiásticas y seculares. De la libertad individual también se deduce la libertad de conciencia, la que hasta hoy -y hoy más que nunca- rige la convivencia entre  Iglesia y Estado en la sociedad.

La apelación a la conciencia moral en contra de las autoridades estatales y eclesiales es la escena nuclear de la Dieta de Worms en 1521 y de impacto de gran transcendencia: el despertar del pénsamiento autónomo. Los hombres comenzaron a descubrir en grado cada vez mayor su propia personalidad y capacidad frente al estado y la iglesia. Al colocar la responsabilidad personal y la decision de conciencia de cada uno en posición central, la Reforma anunció el fin del poder absoluto de las autoridades.

No obstante, hasta la realización plenaria de este concepto hay un camino largo con muchos desvíos y retrocesos, aun dentro del mundo cristiano y hasta el día de hoy. Más importante, entonces, preguntarnos por el significado de lo escrito por Lutero sobre este concepto central, en cuanto a nuestra propia relación con la libertad dentro de nuestro propio contexto.

El trasfondo

Desde el Imperio de la Iglesia, es decir, desde que se estableció como religion del Imperio Romano (380), y a lo largo de toda la Edad Media, el cristianismo se considera como orden sacro dentro del cual cada ser humana ocupa una posición fija, prescrita por Dios. La  Iglesia como un todo gozaba, por supuesto, de la libertad a fijar este orden según parámetros establecidos por ella (en contraste con el judaísmo que se regía según una ley divina muy detallada). Empero el creyente individual debía subordinarse para encajar en este orden. Sólo mediante esta subordinación y el cumplimiento de las múltiples obligaciones formales definídas la Iglesia, le fue posible al cristiano participar de la salvación por Cristo; así lo enseñaba hasta entonces la doctrina de la redención.

Para Lutero y los reformadores que le siguieron, esto era contrario al sentido de religion: «Aun cuando por tantas buenas obras estuvieras sobre pie todo el tiempo, todavía no serías justificado ni darías honor a Dios, así que no cumplieras el primer mandamiento». Por ende, la religion concebida bajo los parámetros anteriores actúa en contra de la libertad terrenal individual y solo le remite al creyente a una vida mejor y justa en al más allá. A esta perspectiva Lutero contrapone el concepto extraido de los escritos paulinos: que el hombre cristiano tiene que ser libre precisamente en el Aquí y Ahora. Lo sustenta con que no es por las obras sino únicamente por la fe que el hombre alcanza la justificación.

La libertad cristiana: su significado

Dentro de la historia humana, el tratado de Lutero traza la línea que separa el pensamiento medieval del pensamiento moderno. Al postular el sumario de las libertades cristianas las presenta no como independientes una de la otra, sino como una secuencia lógica de argumentación. Esto no solo según la comprensión de una lectura después del siglo XX; ya sus contemporaneos comprendieron la conexión entre libertad religiosa y las demás libertades culturales, intelectuales, sociales, económicas y políticas. El pensamiento central significa un revolcón total en la relación entre religion y libertad individual.

Una verdad teórica

Una mirada a la historia es suficiente para darnos cuenta que ni el reformador, ni la Reforma, ni los hijos de la Reforma entre cuyos bisnietos figuramos, lograron implantar este concepto grandioso del Evangelio. Una tras otra vez fracasa la Iglesia a vivir hasta la altura de su libertad y cada vez lo paga más caro con la pérdida de su influencia. Incluso donde los números parecen indicar lo contrario, está claro que las multitudes que se reúnen en los estadios y templos ni conocen ni se interesan por la libertad en Cristo que se les concede como privilegio y como responsabilidad.

Y sin embargo, es el ejercicio de esta libertad, tan caramente comprado por el Señor Jesucristo, lo que da validez a la decisión de obedecerle.

 

¿Tiene la Reforma un mensaje para hoy?

¿Tiene la Reforma un mensaje para hoy?

Martín Lutero no era ni el primero, ni el único, en la larga fila de creyentes preocupados por el camino que está tomando la Iglesia de Cristo en su tiempo, ni tampoco fue el último. Lo que distingue a este alemán, descendiente de una familia en ascenso a la burguesía, es la interpretación renovada del mensaje bíblico, producto de su trabajo como profesor de Teología. Soltarse de las ligaduras de la tradición y confrontar la doctrina y práctica eclesial que vivió con la terquedad de sus antepasados campesinos, es su mérito. El ingrediente básico de la Reforma protestante es, sin duda, su sustentación por la cátedra teológica.

Sin embargo, el movimiento puesto en marcha por Lutero hubiera podido terminar donde muchos otros terminaron: en las hogueras de la inquisición, si no hubiera sido gracias a un segundo factor: el momento histórico propicio, una época en la que las exploraciones y descubrimientos  científicos demostraron que lo que siempre se había creído sobre el mundo, era obsoleto y desaprobado. Las mentes quedaron preparadas para poner en duda incluso lo que hasta entonces figuraba como verdad espiritual.

La Reforma es, a pesar de que mucho de la cosmovisión de los reformadores tenía su ancla en una percepción medieval del mundo, un producto de la era moderna, un toque de trompeta que presagia y anuncia cambios vertiginosos. Al propagar la lectura de la Biblia, usando el instrumento de la imprenta, abrió las Escrituras al examen crítico, pero también dio a las masas acceso a la educación, la clave del progreso social. Cabe plantearnos la pregunta sobre el papel de la Iglesia en una época denominada pos-moderna

Una distancia de 500 años es una medida adecuada para evaluar si existe un mensaje que haya perdurado por el tiempo, por lo que nos parece bien hacer tres recomendaciones:

  1. NO espiritualizar la Reforma: su nacimiento está inseparablemente vinculado al desarrollo histórico del mundo y su éxito se debe en igual medida a las vicisitudes políticas y sociales de su época.
  2. NO idealizar la Reforma: sus actores tenían virtudes, deficiencias y fallas humanas; entre sus consecuencias también se encuentran algunas de impacto negativo y desastroso para el destino de la humanidad.
  3. NO limitar la Reforma: su repercusión excedió por lejos al ámbito religioso, cambiando la cosmovisión de un continente y su expansion; y también transcedió a su sociedad contemporánea hasta hoy.

¿Creemos que ya todo lo sabemos o seguimos buscando la verdad fundamentada por la interpretación teológica? ¿Preferimos aceptar conceptos que no desafíen nuestra cosmovisión o rechazamos los pretextos cómodos de no reformarnos? ¿Cuál es nuestra responsabilidad heredada como ministros competentes del Nuevo Pacto, administradores fieles de la Comisión de Cristo y de los reformadores que arriesgaron todo?

¡Qué los 500 años de la Reforma protestante sean ocasión de meditar sobre ello!