Las misiones en el Tercer Milenio (1)

Las misiones en el Tercer Milenio (1)

La Iglesia de Cristo es misionera, o…

Al seguir el curso que el Evangelio ha tomado hasta llegar a nosotros, la historia de cada creyente y de cada iglesia local encuentran su punto de partida en las misiones. En algún momento del pasado, nuestro origen como iglesia cristiana se deduce de la predicación del Evangelio de parte de creyentes venidos de algún lugar distante, o de parte de personas entre nosotros que escucharon el mensaje predicado cuando se encontraron lejos de su residencia habitual.

Sería absurdo y contrario al propósito del Señor que nos confió su Gran Comisión, pensar que la obra misionera de Dios se detuviera por haber alcanzado a nosotros. Más bien, la constitución como pueblo de Dios nos instituye como agentes de Sus propósito y nos determina a expandir esta obra, extenderla donde las buenas nuevas del Evangelio aún son desconocidos. Una condición para dar este paso es hacer de las Misiones un tema central dentro de la comunidad cristiana, con el fin de responder al deseo más profundo de Dios mismo.

El Señor no tarda en cumplir su promesa, según entienden algunos la tardanza. Más bien, él tiene paciencia con ustedes, porque no quiere que nadie perezca sino que todos se arrepientan.(2P 3:9)

Una historia de enfoques erróneas

El concepto de misiones dentro del marco de las iglesias cristianas ha sido tradicionalmente pobre y reducido. Entre las múltiples razones se encuentran

  • el centralismo transcultural de la Iglesia Católico-Romana, que desde su origen identificó las misiones con la afiliación a la Santa Madre en Roma y no estaba interesada en el crecimiento de fuertes iglesias locales, autónomas y autóctonas;
  • la concentración determinada de las iglesias protestantes en combatir todo lo «católico» sin mirar más allá de los confines del mundo cristiano
  • doctrinas que declararon al status quo del mundo como producto de la soberanía divina – «si el Señor quisiera salvar a los paganos, lo haría sin nuestra ayuda»: predestinación doble, fundamentalismo, y otras;
  • el expansionismo transcultural de las misiones protestantes occidentales, que confundieron el proceso de cristianización con la implementación de la civilización occidental.
  • Finalmente, la indiferencia pronunciada de la iglesia contemporánea evangélica «posmoderna» frente a todo lo que no concierne su propio bienestar y prosperidad.

El efecto de estas actitudes: un abismo cada vez mayor entre lo alcanzado y lo que falta por alcanzar.

La gran ausente en las misiones: la Iglesia

Paradójicamente, la omisión de la iglesia cristiana en alinearse a los propósitos del Señor, queda demostrada por la historia de los misioneros pioneros y la existencia de las organizaciones paraeclesiásticas, conocidas como agencias misioneras. Desde Patricio en Irlanda (siglo V d.C.) hasta Albert Schweitzer en Gabón (siglo XX), los misioneros siguieron a su llamado personal, sin ayuda de parte de la iglesia o incluso teniendo que superar la resistencia de ella. En tiempos modernos, estos pioneros dieron origen a empresas legendarias: las Misiones Jesuitas de acuerdo al modelo de Francisco de Javier, la Misión al Interior de África, siguiendo a los pasos de Livingstone, la Misión al Interior de China, fundada por Hudson Taylor, y muchas otras. Ante este telón, más resalta la ausencia de la iglesia en sí.

A pesar de la Gran Comisión, el movimiento misionero nunca ha sido un movimiento masivo.

El déficit en la misiones, acumulado a lo largo de siglos por una Iglesia que mantiene la vista clavada en sus propias necesidades antes que en los propósitos del Señor, sólo se recupera colocando nuevos odres, nuevos paradigmas, en las mentes de los millones que llenan los templos pero que aún no han descubierto la transcendencia de la existencia cristiana.

¿Cuál es la perspectiva actual de las Misiones globales?

Continuará…

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