El Milenio de la Iglesia (2)

El Milenio de la Iglesia (2)

¿Qué define la Iglesia?

A lo largo de esta historia bimilenaria la Ekklesía ha sobrevivido un número no pequeño de altibajos y laceraciones, mayormente auto infligidas.  La pregunta es si en todo este proceso ha logrado conservar su identidad. Pero esto nos exige preguntarnos sobre las características que definen la Iglesia.

En la tradición de la Iglesia Católico-Romana, se percibe a sí misma
dotada de infalibilidad y jurisdicción sobre el mundo. Por naturaleza la Iglesia es una, santa, católica y apostólica, por le que le fue dado una función: es el medio necesario para la salvación. La pertenencia a la Iglesia es un paso anterior a la salvación, resumido en la declaración Extra Ecclesiam nulla salus. Esta intermediación entre Dios y la humanidad se ejerce a través de los instrumentos de la gracia que se encuentran en su poder exclusivo. Lo que define a la Iglesia son los sacramentos.

A Calvino se adscribe declarar que «…la Iglesia se ha de descubrir donde la palabra de Dios es predicada en su pureza, y los sacramentos administrados según las instrucciones de Cristo”. Esto limita la definición de la Iglesia a ser instrumento doctrinal y sacramental, y deja a un lado otras notas esenciales de la Iglesia como la misión evangelizadora, la ética práctica y social, y otras más.  En este sistema, lo que define la Iglesia es su ortodoxia.

No olvidemos el concepto eclesial que comparten las comunidades de la herencia radical para las cuales la Iglesia es la asamblea de los que han aceptado la salvación por fe en Jesucristo. Es la nueva comunidad de discípulos, un cuerpo con muchos miembros, dispuesto de tal forma que, mediante un único Espíritu realizan el trabajo que Dios les ha encomendado: participar en la realización de la paz y de la justicia que Dios ha prometido. La Iglesia es la reunion de los seguidores de Cristo y lo que la define es la ortopraxia.

Miremos también a las corrientes pentecostales, nacidas más recientemente. Sería una exageración argumentar que tiene una eclesiología. En sus agrupaciones más puros se considera a la Iglesia como el espacio donde el Espíritu Santo reparte dones, en los más pragmáticos, es el lugar donde el creyente individual encuentra la llave a una vida de bendiciones.

En cierta medida hay algunas verdades en cada una de las concepciones y, probablemente, un grupo de textos bíblicos importantes para respaldarlas. Hecho es, que la realidad historica no corresponde a las pretensiones teológicas.

La Iglesia jamás ha vivido hasta la altura de las expectativas de su origen, su identidad, y su propósito; a menos no como un todo, ni siquiera en su mayoría, sino -apenas- en ‘remanentes’.

Si es así, entonces hay que sonar la alarma o renunciar a esperar a volver a ver a Cristo algún día. Porque o el Evangelio no es el poder transformador que estamos convencidos que es -en cual caso fuéramos ilusos y en vano nuestra fe-, o la triste verdad es que todavía no hemos descubierto quiénes somos cuando decimos que somos la Iglesia de Cristo.

A través de la observación del Nuevo Testamento me inclino a decir: la Iglesia se define por la cualidad de sus relaciones.

Las relaciones de la Iglesia

  1. El componente terrenal de la Iglesia es la comunidad de los santos. Sin embargo, esta no tiene existencia propia sin mantener una relación ininterrumpida, sin estorbos, cálida y sumisa con su cabeza, el Señor Jesucristo. La Iglesia no tiene vida en sí misma; depende del Señor en todo. Así que la calidad de esta relación es prioritaria en la definición de la Iglesia.
  2. No obstante, ¿cómo podrá estar funcionando la comunión entre Iglesia terrenal y Su Señor, sin que esta comunidad de los santos sea un organismo vivo, caracterizado por relaciones entre sus miembros que reflejan con fidelidad la alta calidad de au comunión con el Señor. La Iglesia tiene que convivir entre sí como convive con Dios.
  3. Porque sólo entonces también podrá funcionar la tercera clase de relaciones, las entre Iglesia y el mundo. Hoy en día ya no es suficiente hablar del entorno inmediato, es literalmente el mundo en escala global. Pero, lo mismo que antes, sí el mundo no logra percibir lo extraordinario de la Iglesia -demostrada por su convivencia y fidelidad al Señor Jesucristo- ,  la relación pierde la cualidad evangelística, aquella por la cual el Señor insistió de dejarnos en medio del mundo sin ser como el mundo. Está un juego lo más importante: la razón de ser.

Hará falta un vistazo a la historia para analizar de qué manera la Iglesia ha vivido esas tres clases de relaciones a lo largo de los siglos, cuáles han sido los efectos y qué podemos, pues, aprender de ello.

Continuará…

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