La Reforma al otro lado
Trento: un concilio de reforma intransigente
Hace 450 años clausuró la asamblea conciliar convocada como reacción a la Reforma protestante
Concilio de Trento (1545-1567)
Es el comienzo para la renovación de la Iglesia Católica, disparado en reacción a la Reforma. Produce cambios profundos dentro del campo católico; en cuestiones teológicas, sin embargo, los participantes del concilio se muestran absolutamente intransigentes.
Contemplándolo más de cerca, católicos y protestantes podrían considerarse hermanas gemelas. Históricamente, la iglesia católico-romana es mucho mayor; no obstante, en su forma actual nace en el siglo XVI, gestionada por el mismo proceso que las iglesias protestantes y reformadas. Lo que para estos últimos son los tesis de Lutero o los escritos de Calvino, para los romanos son las declaraciones del Concilio de Trento: el intento de reaccionar al mundo moderno, el ambiente el cual también ayudó a la propagación exitosa de la Reforma. Terminó luego de largas negociaciones el 4 de diciembre de 1563, en la catedral de Trento, pequeña ciudad en el norte de Italia.
Imposible continuar como antes
Ante todo es el rampante comercio con las indulgencias que desde los inicios es el blanco de la ira de Lutero. Los protestantes se niegan creer que fuera posible comprarse la impunidad del castigo en el purgatorio, tal como lo sostienen los predicadores de la indulgencia, y más cuando el alto clero abusa de este dinero para sus propios beneficios.
Muchas personas también critican la falta de ética profesional de los dignatarios eclesiásticos. Es común que obispos nunca han pisado su diócesis o que párrocos jamás ingresaron en sus parroquias. Además, un número significativo de clericales muestra una espantosa ignorancia en temas religiosas. Este último punto constituye un causa principal para el éxito de los reformados.
Las exigencias al concilio no son fáciles de armonizar. Incluso Trento como sede es un compromiso entre emperador y papa: Carlos V. desea un lugar en territorio del Sacro Imperio Romano, el papa prefiere no alejarse mucho de la curia en Roma. Trento, en el sur de Tirol, responde a ambas condiciones. Pero cuando, temporalmente, se intensifica el conflicto permanente entre emperador y papa, el Concilio busca una residencia alternativa en Boloña, dentro de las fronteras de los Estados Pontífices.
A los delegados les cuesta mucho tiempo negociar los contenidos – ni el papa Pablo III., ni sus sucesores Julio III, y Marcelo II. viven para ver la terminación del Concilio. Una tras otra vez hay interrupciones que a veces tardan años. Sólo Pío IV. puede confirmar los resultados negociados en la Bula «Benedictus Dei» (Bendición de Dios).
Los protestantes están ausentes, a pesar de que Papa Pablo III. les garantiza libertad de expresión. Los católicos los consideran como herejes, pero no automáticamente como candidatos a la hoguera. Pero al asistir, en todo caso deberán someterse al fallo del Concilio. Ya en 1537, Martín Lutero ha declarado en los Artículos de Esmalcalda lo que, desde su punto de vista, no era negociable. Los protestantes no ven, pues, ninguna posibilidad de llegar a un acuerdo con los católicos.
La afirmación del cisma confesional
En efecto, las conclusiones del Concilio no indican ningún paso de reconciliación. Todo lo contrario. Los católicos confirman ampliamente y repetidas veces lo que separa a las confesiones. No la gracia de Dios por sí sola, como insisten los protestantes, es capaz de redimir al creyente. Los católicos pueden como antes aportar sus buenas obras a favor de la salvación de su alma. Las indulgencias continúan en vigencia.
Tampoco hay acuerdo con respecto a la interpretación de la revelación. Dios habla a los hombres no sólo por la Biblia, afirma el Concilio. También las decisiones de los concilios y las doctrinas expedidas por el papa tienen validez casi divina. Los protestantes, sin embargo, sólo quieren reconocer a las Sagradas Escrituras como fundamento de su fe.
Donde el Concilio sí llega a algo es en determinar reglas reformadas -tan contundentes que los históricos eclesiásticos hablan de una «era pos tridentina». El Concilio de Trento se constituye en punto de partida de la Contrarreforma.
- La venta de las indulgencias es abolida.
- Los sacerdotes deben recibir educación ministerial mediante especialmente destinados seminarios.
- Los obispos y párrocos deben tomar residencia en medio de sus comunidades para atender a las necesidades de los feligreses.
Tal vez la consecuencia más influyente de Trento llegará en la práctica: la educación catequética para los creyentes. Lo que el deseo de leer la Biblia en su idioma nativo provocó en el ámbito de la Reforma -la fundación de escuelas primarias religiosas-, para el catolicismo romano será el catequismo. Bajo liderazgo de la orden jesuita se abrirán miles de escuelas parroquiales.
Demasiado tarde para el norte
El cisma, empero, no se puede revertir por el Concilio de Trento; para eso, las confesiones nuevas ya están demasiado arraigadas en el norte de Europa. Incluso los historiadores católicos escriben: «El Concilio apenas llegó a tiempo para guardar a las regiones australes y romanas de caer en la desgracia protestante. Para los países nórdicos ya era tarde.»