La Reforma y las Mujeres (2)

La Reforma y las Mujeres (2)

El efecto de la Reforma para las mujeres

Sería difícil encontrar un área de la vida humana que no fuera  afectado por el revolcón de pensamientos que trajo la Reforma – tampoco la vida de las mujeres. El sacerdocio universal propagado por Lutero tomó en serio a la igualdad entre los hombres. «Por lo que todos los hombres cristianos son sacerdotes, todas las mujeres sacerdotisas, joven o viejo, señor o siervo, patrona o sirvienta… en esto no hay diferencia», dice Martín Lutero en su escrito «A la Aristocracia Cristiana» de 1520.

Mediante esto, a toda mujer y a todo hombre se adjudica el acceso directo a Dios, sin que le hiciera falta ningún intermediario.  Esto eleva la autoestima de las mujeres: no necesitan a ningún ser humano, ni ningún hombre para entrar en contacto con Dios.

De la misma manera, el principio «Sola Scriptura», la orientación únicamente por medio de las Sagradas Escrituras como regla en todas las cuestiones de la fe, contribuyó a que las mujeres apuntaran a una lectura e interpretación bíblicas propias. La petición de Lutero de introducir la educación general para los niños de ambos sexos, constituyó una premisa importante para que mujeres aprendieran a leer y llegaran a descubrir la Biblia por sí mismas. Entre otras, eran también las mujeres dentro del texto bíblico que inspiraron y alentaron a tal visión. Marie Dentier, una anterior abadesa que tomó su residencia en Ginebra,  se refiere a la descripción bíblica de las mujeres cuando dice: «…ante todo, porque numerosas (mujeres) en las Escrituras reciben menciones de elogio, tanto por sus virtudes, sus posiciones, sus gestos, como también por su fe y su enseñanza.»

Conforme con la costumbre reformadora, la Biblia se usa como soporte para que las mujeres pueden inmiscuirse, que fueran consideradas como sujetos de la teología y  no debían ser difamadas o confinadas detrás de barreras por su género. Y no como último, «la libertad del hombre cristiano» (hombre en el sentido de la palabra alemán para «ser humano») propaganda por Lutero, les dio valor a las mujeres de abandonar a formas de vida restrictivas como la vida monacal en el claustro.  También la ética laboral de Lutero que no solo apreciaba al trabajo spiritual o intelectual, sino a todas las formas de trabajo, significaba una mayor valoración también de las labores adscritas a las mujeres.

Una liberación con muchas dudas

No obstante, esta lista de consecuencias positivas de los cambios causados por la Reforma, representa solo un lado. También existe otro lado de la medalla.

El famoso escape de Catalina de Bora del claustro de Nimbschen era sin duda un acto de liberación para ella. De la monja Ursula de Münsterberg sabemos que quería abandonar al monasterio porque vio por fuera de sus muros mayores oportunidades de practicar la caritas que amaba.

Pero también hubo no pocas mujeres que fueron obligados de dejar la vida reclusa, a las que unos parientes habían sacadas fuera de sus celdas con el fin de que cerraran un matrimonio conveniente en contra de su deseo propio. Ursula Dobler era una de ellas. No quería acceder a los reclamos sexuales de su reciente esposo y huyó de la comunidad matrimonial. No se sabe si pudo cumplir su deseo de volver al monasterio, pero es documentado que incluso Martín Lutero fue involucrado en el asunto y que recomendó no obligarla a la vida de casada. Las disputas acerca de las monjas y mujeres por fuera del claustro se llevaron ocasionalmente de forma muy acerba, como también se observa en diferentes escritos de propaganda.

Con todo, la inclinación de abandonar la vida monacal entre las monjas no era tan grande como entre los monjes. También las razones por hacerlo son diferentes. Algunas se sentían muy a gusto con la regularidad de la vida monacal: su horario invariable y las expresiones espirituales, así que hubieran preferido mantener la fidelidad a este estilo de vida así como la compañía de las mujeres con las que habían compartido tanto tiempo.

Pero, ante todo, las alternativas que se les ofrecían por fuera del monasterio no eran especialmente atractivas. O tenían que encontrar a un marido quien les desposara y les procurara el sostento, o buscar un puesto de sirvienta en alguna casa o taller, o regresar a la familia de su origen, por la cual muchas veces habían sido entregado al claustro, para deshacerse de ellas.

En todo caso significaba renunciar a un modo de vida más autónomo y privilegiado. Porque la pertenencia al monasterio otorgó a las mujeres una provision asegurada, muchas veces una educación superior, protección de la tutela por un miembro masculino -padre, tío, hermano, hijo o el mismo esposo- y las mantuvo al margen de los peligros físicos como embarazo, parto y posparto (en este tiempo causa número uno de muerte).

Queda otra pregunta: ¿mejoró la Reforma la posición de la mujer en la familia y en la sociedad? Como siempre, la respuesta no será simple.

Continuará…

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