Categoría: Pasado

La Reforma y las Mujeres (3)

La Reforma y las Mujeres (3)

El lado oscuro

La vida en el claustro, por seguro, tenía su lado oscuro: una y otra abadesa llevaba un regimen de dureza y los sublimes votos de pobreza, de obediencia y castidad no siempre se respetaron. A pesar de esto, muchas monjas no estuvieron de acuerdo con la descripción de Lutero el que habló de la vida monacal como de una «prisión perpetua». Con la crítica y la siguiente aperture de los claustros, no sólo se perdió un estilo de vida, la soltería femenina respetada, también se plantó una norma social nueva. Una mujer tenía que ser esposa, server al marido y dar luz a la descendencia.

Con todo el aprecio que tenía para con su propia esposa, con todos los principios sobre la igualdad spiritual de los sexos, tampoco Lutero cedió en el punto del rol de la mujer:

«Aun cuando ellas (las mujeres) se fatiguen y desgasten hasta la muerte (por los embarazos), esto no hace daño. Que se desgasten hasta morir; para eso nacieron.»

La libertad, que era un valor tan importante para Martín Lutero, no se concedía de la misma manera cuando da la mujer se trataba. En lo que a ellas respecta, el potencial emancipatorio de la Reforma no hizo su pleno despliegue. El sacerdocio universal, entre otros, hubiera tenido que abrir el acceso de las mujeres a todas las funciones eclesiales. Pero no fue así. Con pocas excepciones -en los movimientos radicales de los anabaptistas y posteriormente en el pietismo- tenían que pasar casi 500 años más, antes de que surgiera una discusión seria sobre la ordenación de mujeres que luego llevó a su implantación. En las iglesias luteranas de Alemania, la emancipación completa rige desde 1968. Hasta hoy hay un gran número de denominaciones que todavía se niegan a dar el paso hasta el reconocimiento con todas sus implicaciones. Y basta asistir a algunas ceremonias matrimoniales en congregaciones evangélicas para darse cuenta que su interpretación de Efesio 5:21-33 no fue sometida a un mayor examen exegético.

La Reforma y las mujeres: conclusiones finales

A la pregunta sobre si la Reforma trajo ganancias para la libertad de las mujeres, si dio impulso a la emancipación femenina, no existe una respuesta única. Dentro del movimiento reformatorio, algunas mujeres individuales ciertamente experimentaron el aliento, la afirmación y liberación que el Evangelio de Cristo promete a todos los seres humanos; lograron descubrir y desarrollar un estilo de vida nuevo, hasta entonces no explorado. En resumen, no obstante, la Reforma redujo la imagen de la mujer al rol de esposa y madre, y esta imagen era la dominante durante los siglos siguientes. Sólo el las tendencias sociales del siglo XX condujeron a los cambios radicales  de los cuales actualmente somos testigos.

Parece justo decir que la Reforma plantó las semillas de este desarrollo, pero que el mismo suelo preparado por los reformadores era demasiado árido y pedregoso para que la siembra hubiera podido romperlo.  De hecho, desde tiempos bíblicos y la era de reformación todavía yacen semillas en la tierra que esperan el tiempo de su maduración y cosecha.

Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.

Esta declaración paulina es una de esas semillas, esperando a que el suelo se ablande y que pueda llegar a la realización plena.

 

La Reforma y las Mujeres (2)

La Reforma y las Mujeres (2)

El efecto de la Reforma para las mujeres

Sería difícil encontrar un área de la vida humana que no fuera  afectado por el revolcón de pensamientos que trajo la Reforma – tampoco la vida de las mujeres. El sacerdocio universal propagado por Lutero tomó en serio a la igualdad entre los hombres. «Por lo que todos los hombres cristianos son sacerdotes, todas las mujeres sacerdotisas, joven o viejo, señor o siervo, patrona o sirvienta… en esto no hay diferencia», dice Martín Lutero en su escrito «A la Aristocracia Cristiana» de 1520.

Mediante esto, a toda mujer y a todo hombre se adjudica el acceso directo a Dios, sin que le hiciera falta ningún intermediario.  Esto eleva la autoestima de las mujeres: no necesitan a ningún ser humano, ni ningún hombre para entrar en contacto con Dios.

De la misma manera, el principio «Sola Scriptura», la orientación únicamente por medio de las Sagradas Escrituras como regla en todas las cuestiones de la fe, contribuyó a que las mujeres apuntaran a una lectura e interpretación bíblicas propias. La petición de Lutero de introducir la educación general para los niños de ambos sexos, constituyó una premisa importante para que mujeres aprendieran a leer y llegaran a descubrir la Biblia por sí mismas. Entre otras, eran también las mujeres dentro del texto bíblico que inspiraron y alentaron a tal visión. Marie Dentier, una anterior abadesa que tomó su residencia en Ginebra,  se refiere a la descripción bíblica de las mujeres cuando dice: «…ante todo, porque numerosas (mujeres) en las Escrituras reciben menciones de elogio, tanto por sus virtudes, sus posiciones, sus gestos, como también por su fe y su enseñanza.»

Conforme con la costumbre reformadora, la Biblia se usa como soporte para que las mujeres pueden inmiscuirse, que fueran consideradas como sujetos de la teología y  no debían ser difamadas o confinadas detrás de barreras por su género. Y no como último, «la libertad del hombre cristiano» (hombre en el sentido de la palabra alemán para «ser humano») propaganda por Lutero, les dio valor a las mujeres de abandonar a formas de vida restrictivas como la vida monacal en el claustro.  También la ética laboral de Lutero que no solo apreciaba al trabajo spiritual o intelectual, sino a todas las formas de trabajo, significaba una mayor valoración también de las labores adscritas a las mujeres.

Una liberación con muchas dudas

No obstante, esta lista de consecuencias positivas de los cambios causados por la Reforma, representa solo un lado. También existe otro lado de la medalla.

El famoso escape de Catalina de Bora del claustro de Nimbschen era sin duda un acto de liberación para ella. De la monja Ursula de Münsterberg sabemos que quería abandonar al monasterio porque vio por fuera de sus muros mayores oportunidades de practicar la caritas que amaba.

Pero también hubo no pocas mujeres que fueron obligados de dejar la vida reclusa, a las que unos parientes habían sacadas fuera de sus celdas con el fin de que cerraran un matrimonio conveniente en contra de su deseo propio. Ursula Dobler era una de ellas. No quería acceder a los reclamos sexuales de su reciente esposo y huyó de la comunidad matrimonial. No se sabe si pudo cumplir su deseo de volver al monasterio, pero es documentado que incluso Martín Lutero fue involucrado en el asunto y que recomendó no obligarla a la vida de casada. Las disputas acerca de las monjas y mujeres por fuera del claustro se llevaron ocasionalmente de forma muy acerba, como también se observa en diferentes escritos de propaganda.

Con todo, la inclinación de abandonar la vida monacal entre las monjas no era tan grande como entre los monjes. También las razones por hacerlo son diferentes. Algunas se sentían muy a gusto con la regularidad de la vida monacal: su horario invariable y las expresiones espirituales, así que hubieran preferido mantener la fidelidad a este estilo de vida así como la compañía de las mujeres con las que habían compartido tanto tiempo.

Pero, ante todo, las alternativas que se les ofrecían por fuera del monasterio no eran especialmente atractivas. O tenían que encontrar a un marido quien les desposara y les procurara el sostento, o buscar un puesto de sirvienta en alguna casa o taller, o regresar a la familia de su origen, por la cual muchas veces habían sido entregado al claustro, para deshacerse de ellas.

En todo caso significaba renunciar a un modo de vida más autónomo y privilegiado. Porque la pertenencia al monasterio otorgó a las mujeres una provision asegurada, muchas veces una educación superior, protección de la tutela por un miembro masculino -padre, tío, hermano, hijo o el mismo esposo- y las mantuvo al margen de los peligros físicos como embarazo, parto y posparto (en este tiempo causa número uno de muerte).

Queda otra pregunta: ¿mejoró la Reforma la posición de la mujer en la familia y en la sociedad? Como siempre, la respuesta no será simple.

Continuará…

La Reforma y las Mujeres (1)

La Reforma y las Mujeres (1)

Liberación o subyugación

Comencemos nuestro examen del impacto de la Reforma en el ámbito de la sociedad y del indivduo con el grupo más importante: las mujeres.  Son el grupo más importante porque, si no son mayoría, tampoco son minoría. Son el grupo que sufrió la opresión más larga y, lo que las hace interesante para nuestro contexto, son el grupo cuya discriminación ha sido -y es todavía- justificado con argumentos religiosos.

¿Qué trajo la Reforma a las mujeres? ¿Aliento, respaldo, liberación? ¿O continuación de la subyugación bajo pretextos teológicos?

Resultado de imagen de catalina de boraMartín Lutero (1483-1546) y su amada esposa Catalina de Bora (1499-1552). Su matrimonio se celebró en 1525 y duró hasta la muerte de Lutero. Tuvieron seis hijos de los cuales dos murieron en tiempo de vida de los padres.

El papel de las mujeres en la Reforma

No cabe duda: los impulsos decisivos para la Reforma partieron de Lutero y sus colegas, todos hombres de erudición. Aun así: la Reforma es más que la obra de los reformadores. Hubo muchos que contribuyeron a este movimiento, antes de Lutero, y después de él. Entre esas personas también encontramos un gran número de mujeres; mujeres cuyos nombre no forman parte de la narrative tal como lo hacen los de Melanchthon, Calvino, Zuinglio, Knox… etc.

Haciendo memoria de los 500 años, la investigación histórica también se ocupó de aclarar el papel de las mujeres dentro del movimiento reformador. Descubrieron no solo a la ya conocida Catalina de Bora, sino también a la teóloga laica Catalina Zell y su obra literaria, o a princesas como Isabel de Calenberg-Göttingen. Que un personaje como Argula de Grumbach hasta hace poco era desconocido, es difícil de comprender, contemplando su historia de vida y su aporte a la Reforma. Esa mujer de una familia de la baja nobleza que había venido a menos, defendió a un joven protestante en contra de las autoridades y en contra de los profesores universitarios; entraba en correspondencia sobre cuestiones teológicas con Lutero mismo; tuvo un encuentro con él en la Fortaleza Coburg y sus volantes propagandísticos a favor de la Reforma alcanzaron números de impresiones más altos que los de muchos hombres.

Otra mujer es Olimpia Morata, nacida en Italia; allá se había criada y educada en la vida aristocrática, y desde su infancia fue considerada como genio prodigio, versada en los idiomas antiguos y en la filosofía de la antigüedad. Su simpatía para la Reforma obligó a esa erudita y humanista a abandoner a Italia. Con su esposo se radicó en el sur de Alemania, donde recibió la extraordinaria oferta de enseñar griego antiguo en la Universidad de Heidelberg. Que su renombre sobrevivió su propio tiempo queda documentado por el hecho que la iglesia luterana regional de Baden nombró a la sede de su seminario como «Casa Morata».

Sí las hubo, pues, mujeres que rompieron al rol que les fue sasignado, las que no querían dejarse prescribir cómo  comportarse, qué debían decir, y qué tenían que pensar. Pero solo en tiempos recientes existe interés en examinar cuál era la ganancia que las mujeres en su totalidad obtuvieron por medio de la Reforma. ¿Mejoró su posición en la Iglesia? ¿Aportó la Reform a la emancipación femenina? ¿O quizás la influencia reformadora debe registrarse como retroceso en lo que respecta a ellas?

Continuará…