La Libertad cristiana según Lutero
La libertad de un hombre cristiano
Esta obra de Lutero hace parte de la lista de Escritos Principales de la Reforma. En ella, el autor habla claro porque tiene una teología clara. Absolutamente todo lo sustenta bíblicamente, ante todo desde las epístolas paulinas, pero no solo de manera textual sino mayormente temático.
Liberados del fracaso de la obediencia
La libertad anunciada por Lutero partiendo de su examen del Nuevo Testamento es exclusiva para aquellos que creen que por medio de Cristo recibieron justificación delante de Dios sin que primeramente tuvieron labrarse un derecho a ella mediante «buenas obras». Bajo «buenas obras», Lutero entiende obras religiosas: tanto ejercicios de la piedad como, también, la conducta frente a los demás. Lutero comprende la libertad cristiana en primer lugar como una liberación de parte de Dios de todas las exigencias y presiones religiosas. Tomar conciencia plena de esta libertad, así fue la más profunda convicción de Lutero, transforma la actitud del ser humano cristiano no solo para con Dios, al que ahora puede enfrentarse con amor en lugar de con miedo, sino también para consigo mismo y los demás.
Para consigo mismo porque con todos sus fracasos inevitables frente a las demandas de otros -de por sí también legitimizados por Dios- el cristiano ya no se verá ni juzgado ni detenido por su fracasos: en este sentido Lutero habla de la fe como confianza. Y la actitud frente a los demás es cambiada en cuanto el cristiano ya no tiene que degradarlos como objetos sobre los cuales ejecutar su piedad, por ejemplo como receptores de limosnas que sirven para demostrar la misericordia de uno.
La fe transforma el querer y el hacer
Solo los creyentes se encuentran habilitados a dejar de instrumentalizar otros seres humanos para fines de su propia bienaventuranza eterna (o de la autoimagen positiva), sino tener un encuentro con ellos, de forma que lleguen a visualizarse como personas de derechos e intereses propios, con necesidades legítimas.
Lutero incluso va un paso más allá. Los creyentes no solo pueden hacerlo, también lo quieren hacer y lo hacen con toda su fuerza. En caso contrario, deben cuestionarse si realmente tienen fe. Porque la conciencia de la libertad cristiana tiene que tener tal efecto en la actitud del hombre cristiano que este renuncia a poner su bienestar personal como meta de su actuación. Ya sabe que ahora, gracias a la acción de Dios, no hay necesidad de eso. El objetivo es más bien el bienestar de otros, incluyendo a los «enemigos». Así que para Lutero, el amor -entendido tanto como amor al próximo como amor al enemigo- es la consecuencia de la fe en la justificación recibida. La fe, sencillamente, nos hace buenos.
Es una característica decisiva de la libertad cristiana que el hombre cristiano no tiene que orientarse de acuerdo a un catálogo de logros morales, sino que en cualquier situación dada juzgará por sí mismo lo que es lo correcto -lo más amoroso. Por ende, la libertad cristiana apunta a la autonomía y se manifiesta en la libertad de conciencia. Quiere decir que en una y misma situación dada, dos personas cristianas pueden proceder de formas distintas sin que uno de los dos -o ambos- podrá ser cuestionado en su autoidentificación del ser cristiano. A menos que se trata de una transgresión del mandamiento del amor. Si esto fuera el caso o no, casi siempre solo lo puede juzgar el individuo mismo, ya que, como Lutero lo dice «a nadie se le puede mirar dentro del corazón».
La libertad cristiana según Lutero: su significado
Lutero extrae del texto una perspectiva triple sobre la situación del hombre cristiano (siempre en el sentido alemán de hombre como ser humano, no como género).
- Primero.- Es muy difícil juzgar desde fuera si una acción es un acto de amor cristiano o no. La autoridad de interpretación la tiene, en primer lugar, el creyente mismo.
- Segundo.- Ningún ser humano puede vivir sin actuar; como consecuencia, no existe situación, aunque carezca de importancia, exento de significado ético. Levantar una paja del camino, así el ejemplo famoso de Lutero, puede ser una buena obra, en caso de que se haga por amor por otro, respectivamente desde la convicción que no es necesario para ser justificado.
- Tercero.- El bien -en el sentido del amor cristiano- no se deja cuantificar; no está sujeto a una competencia de superación.
En un tiempo donde muchos creyentes perciben la libertad cristiana sólo en términos de libertad de culto -la que, por supuesto, también se debe reclamar así como se debe conceder-, es liberador volver a entender este concepto central de la fe bajo la luz de nuestra relación con Dios. Porque en este sentido la libertad cristiana es única, no la puede tener sino el que cree en Jesucristo y es privilegio del creyente el que se somete porque así lo quiere.
Dios, en su soberanía, tiene el poder de hacer todo lo que quiere. Pero sólo quiere hacer lo que está dentro de su perfección en amor y justicia de amor. En este último punto, la libertad en Cristo nos abre un vistazo a lo que significa ser como Dios.